Su empleo como fuente de generación de energía menos contaminante ha elevado el número de instalaciones a las 4.830, mientras que hace una década apenas alcanzaban las 200. Generan una potencia de más de 220.000 kW
El uso de la biomasa -materia orgánica de origen vegetal o animal, incluyendo los residuos y desechos orgánicos, susceptible de ser aprovechada energéticamente- como combustible para alimentar calderas y estufas en la provincia sigue al alza, y, año a año, los datos de instalaciones, potencia, energía producida, dióxido de carbono evitado o litros de gasoil que no se han quemado para calentar el interior de casas y edificios públicos van sobrepasando los límites fijados en ejercicios anteriores. Según datos de la Asociación Española de Valorización Energética de Biomasa (Avebiom), a 31 de diciembre de 2018 había registradas en la provincia 4.830 instalaciones de biomasa, mientras que en 2008 apenas eran 189. El incremento ha sido de un 2.555%, o lo que es lo mismo, la presencia de estufas y calderas que consumen casi en su inmensa mayoría pélet -combustible granulado de madera- se ha multiplicado por 25 en la última década. Basta con echar un vistazo a la proporción entre equipos de biomasa por cada mil habitantes; en 2008 había 0,36 instalaciones por cada millar de burgaleses, mientras que en 2018 el número se eleva hasta las 13,5.
Desde los inicios de este nuevo modelo de generación de energía, a finales de la primera década del siglo XXI, en Burgos se instalaban no más de 270 equipos cada año; fue en 2013, con 488 nuevos altas, cuando el boom de las virutas de madera se expandió, especialmente para sustituir a las calefacciones de viviendas en pueblos, de edificios públicos de grandes dimensiones o redes de empresas, alcanzando niveles de instalación no inferiores a las 500 cada 12 meses. A nivel nacional había registradas en 2018 un total de 298.399, mientras que en Castilla y León eran 44.755 equipos; León es el territorio con mayor presencia de este tipo de energía respetuosa con el medio ambiente, con 7.605 instalaciones, en Valladolid 5.333, treinta y tres menos, 5.300, se contabilizaban en Palencia, mientras que en Palencia ascendían hasta las 5.279. Tras ellas se situaba Burgos, mientras que donde menos presencia tienen, a nivel cuantitativo, era en Soria, con 3.335.
El uso de la biomasa, especialmente del pélet, evita cada año la emisión de dióxido de carbono; en concreto, durante 2018 se dejaron de lanzar a la atmósfera 155.943 toneladas de CO2 en Burgos, lo que contribuyó a la reducción de gases de efecto invernadero. A nivel regional la cifra se disparó hasta las 859.156 toneladas. Además, se ha ahorrado la quema de 58,8 millones de litros de gasoil, combustible empleado por la una gran parte de las calderas y estufas instaladas en la provincia, especialmente en el medio rural.
Si Burgos estaba en un punto intermedio en cuanto a los equipos de biomasa operativos, en cuanto a la potencia instalada es líder regional; en 2018 había funcionando equipos con una capacidad de 220.724 kilovatios, cantidad a la que únicamente se acerca León, con 220.662 kW. En España son más de 10 millones los que hay operativos, mientras que la región se queda en los 2,3 millones.