EL SECTOR DE LA BIOENERGÍA RESISTE EL EMBATE DE LA CRISIS ENERGÉTICA MUNDIAL
Es posible que 2022 sea recordado como un año convulso por varios motivos como la situación de crisis energética derivada de la subida de los precios de los combustibles fósiles, iniciada el año anterior; la inflación a escala global ligada a la incertidumbre en el mercado del gas natural por la guerra en Ucrania, o el histórico verano de temperaturas extremas e incendios forestales que han asolado más de un cuarto de millón de hectáreas de monte y arbolado en España.
Pero también podrá recordarse porque el sector de la bioenergía ha logrado resistir estos embates y situarse en una ventajosa posición para sustituir al gas, la electricidad de origen fósil y otros combustibles fósiles en Europa, y también en España.
Aunque la inflación global afecta obviamente a los precios de los biocombustibles sólidos, su procedencia local y su naturaleza renovable facilitan que sigan comportándose como una alternativa competitiva frente a los combustibles fósiles de importación, mucho más sensibles, claro está, a los vaivenes geopolíticos.
La propia Ursula Von Der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, se ha referido a la biomasa junto a otras renovables como una fuente de energía estratégica para reducir nuestra dependencia del gas ruso y de otras formas de energía fósil.
En este escenario, la demanda de biomasa se está multiplicando en la UE y el sector en bloque está comprometido al cien por cien para intentar suministrar al mercado equipos, tecnología y biocombustibles durante los próximos años.
En nuestro país, el número de calderas y estufas modernas que utilizan biomasa ha crecido de manera notable en los últimos años, hasta situarse en algo más del medio millón de unidades para todo tipo de usos térmicos: industriales y calefacción y agua caliente en grandes edificios como hospitales, hoteles, universidades, oficinas, comunidades de vecinos, y para atender a viviendas unifamiliares.
Teniendo en cuenta que el 40% de la energía que se consume en España se destina a producir energía térmica, esos 500.000 equipos representan un porcentaje aún pequeño en comparación con el potencial de sustitución de los combustibles fósiles que tiene la biomasa.
En la actualidad, en España se utilizan 4,3 millones de toneladas de biomasa para generar energía térmica en hogares e industria en forma de pellets o astilla. Pero tenemos más capacidad, ya que nuestro país dispone de millones de toneladas de materias primas susceptibles de valorizarse de origen forestal, agrícola residual o subproductos de la agroindustria.
Así que, una vez más, hay que insistir en la necesidad de centrar esfuerzos en los próximos años para movilizar de forma sostenible la biomasa infrautilizada y dirigirla al sector energético, que dispone de tecnologías de valorización tanto para electricidad como para energía térmica sólidas y fiables y cadenas de suministro bien asentadas.
Quiero concluir destacando que los productores nacionales de pellet están trabajando al máximo para contener en la medida de lo posible los precios y asegurar el suministro a sus clientes en la temporada de calefacción que está comenzando. No debemos perder nunca de vista que, incluso en esta situación tan alejada de la normalidad, la bioenergía sigue siendo una alternativa competitiva frente a los combustibles fósiles.
Javier Díaz
Presidente de AVEBIOM
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